Entrevista al ecosocialista canadiense Marc Bonhomme
Por Susan Prince
Susan Price, de Izquierda Verde, habla con el ecosocialista canadiense Marc Bonhomme de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP15), celebrada en Montreal del 7 al 19 de diciembre de 2022.
Susan Price (S. P.): La COP15 de Montreal ha recibido mucha menos atención mediática que la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP27) de Egipto. ¿A qué se debe?
Marc Bonhomme (M. B.): La COP15 se publicitó mucho menos que la del clima a pesar de que la catástrofe en ciernes que se supone debe combatir, la sexta gran extinción, tiene la misma magnitud. Desde luego, hay mucha gente que ya nota y que lamenta la desaparición de insectos, especialmente las abejas melíferas, o la extinción de algunos grandes mamíferos, sobre todo en África, o la destrucción de hábitats, en concreto la destrucción de la selva amazónica y de los bosques en Indonesia como consecuencia de las plantaciones de aceite de palma, pero no consideran que su propio impacto sea tan determinante como los extremos climáticos varios que son noticia a diario.
Ni siquiera se invitó a Jefes de Estado a la COP15. El Marco Mundial Kunming-Montreal para la Biodiversidad (GBF por sus siglas en inglés) no es jurídicamente vinculante, por no hablar de que aunque en la declaración aparece 15 veces el término comodín sostenible, lo que se acordó fue un mecanismo voluntario de seguimiento similar al de París.
La Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), equivalente al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas, elaboró un sorprendente informe sobre el tema. De los 8 millones de especies animales y vegetales que se calcula que hay en la Tierra (entre ellos 5,5 millones de especies de insectos), el índice actual de extinción de especies en el mundo es mayor que la media de los últimos 10 millones de años en decenas e incluso centenares de veces, y este índice se está acelerando.
Hasta un millón de especies están en peligro de extinción, muchas de ellas en las próximas décadas. Según un reportaje de The Guardian sobre la COP15, la comunidad internacional no consiguió enteramente ninguno de los 20 objetivos de biodiversidad de Aichi acordados en Japón en 2010 para frenar la pérdida del mundo natural. Carbon Brief informó en un estudio publicado en febrero [de 2022] que los gobiernos de todo el mundo gastan al menos 1,8 billones de dólares cada año en subvenciones que empeoran la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Esta cifra equivale al 2% del PIB mundial. El GBF acordó eliminar y/o redirigir –con qué propósito y hacia dónde, no lo sabemos– algo más de una cuarta parte de esa cantidad (500 mil millones de dólares).
S. P.: ¿Qué opina del rechazo de los países ricos a destinar los fondos necesarios para preservar la biodiversidad?
M. B.: El principal objetivo de la COP de Montreal era alcanzar un acuerdo para preservar el 30% de la tierra y los océanos del mundo para 2030 (conocido como 30×30) –un objetivo respaldado principalmente por los países ricos del viejo imperialismo– en lugar de intentar llegar a un acuerdo sobre cómo debería financiarse ese objetivo, que era la principal preocupación de los países dependientes del Sur global.
Los hábitats estratégicos, los bosques tropicales y los manglares, están en el Sur pero el dinero está en el Norte, que es el principal culpable por su manera de consumir. El Sur exigió que se asignaran cien mil millones de dólares a un fondo específico, una fracción de lo que se necesita para aplicar el marco. No se consiguió ninguno de los dos objetivos.
El fondo para mitigar el cambio climático a favor de los países dependientes acordado en las COP sobre el clima aún no ha alcanzado el nivel de los cien mil millones de dólares anuales desde 2020. Aún no se ha dispuesto el nuevo fondo para pérdidas y daños establecido en la COP27, y del destinado a la biodiversidad ni siquiera se habla.
Lo que ha cambiado la situación no fue el golpe antidiplomático que supuso la salida abrupta de la sala de reuniones de unas 60 delegaciones de países del Sur. Además de eso, los países del viejo imperialismo sembraron la discordia entre los propios países del Sur al diferenciar, no sin razón, entre los emergentes y el resto no emergentes. Sostienen que China, Brasil y otras grandes economías que han crecido sustancialmente en los últimos 30 años desde que se acordaron los tratados medioambientales de Naciones Unidas deberían contribuir mucho más.
Los países del viejo imperialismo en connivencia con los países emergentes –una alianza simbolizada en la copresidencia de China-Canadá provisionalmente reconciliada por las circunstancias– lograron imponer a los países del Sur no emergente (en particular a los países africanos) el consenso bajo un halo de victoria para salvar la biodiversidad del planeta. Tres países africanos rechazaron explícita y contundentemente el llamado consenso sobre el GBF.
La frustración de los países del Sur no emergente es comprensible. Según el acuerdo final –que supuestamente equivale al Acuerdo de París para el clima–, los países ricos no pondrán en el bote más que unos 20 mil ridículos millones de dólares para 2025 que se incrementarán hasta 30 mil millones en 2030. Mientras que los 200 mil millones de dólares que se necesitan anualmente para aplicar las estrategias nacionales de biodiversidad procederán de recursos públicos y privados, la limitada subvención Norte-Sur incluirá la ayuda oficial al desarrollo. Pero eso no es todo. El sector privado se beneficiará asimismo de los 500 mil millones de dólares de subvenciones anuales redirigidas.
S. P.: Como ecosocialista, ¿por qué es tan importante preservar la biodiversidad? ¿Cuál es su relación con la lucha contra el cambio climático?
M. B.: Dada la estrecha relación entre la crisis climática y la crisis de la biodiversidad –de ahí la doble prioridad de la Cumbre de la Tierra de 1992– es alarmante que la segunda quede tan marginada cuando la naturaleza absorbe anualmente más del 50% del CO2 de origen humano. Según The Econosmist, […] Los seres humanos emitimos cada año unos 37 mil millones de toneladas de dióxido de carbono así como otros gases de efecto invernadero [GEI]. Al absorber carbono, las plantas retienen 11 mil millones de toneladas al año y liberan oxígeno. Otros 10 mil millones de toneladas de carbono se disuelven en los océanos. La ciencia no garantiza que se pueda mantener esta absorción al ritmo que avanzan la deforestación, los incendios forestales, la acidificación y el calentamiento de los océanos.
En cuanto a las emisiones, según el Informe sobre la Brecha de Emisiones de Naciones Unidas de 2022, […] el sistema alimentario es responsable en la actualidad de casi un tercio de las emisiones totales de GEI […] La mayor contribución procede de la producción agrícola (7,1 GtCO2e [gigatoneladas de CO2], 39%), incluida la producción de insumos como los fertilizantes, seguida de los cambios en el uso de la tierra (5,7 GtCO2e, 32%).
Como señala The Guardian, […] Uno de los mayores problemas derivados del objetivo 30×30 es su implicación para los derechos de los pueblos indígenas, que siendo los custodios de cerca del 80% de la biodiversidad del mundo sólo lo son del 20% de sus tierras. A lo largo de la Historia, la conservación ha obligado a los pueblos indígenas a abandonar sus tierras y ha provocado innumerables violaciones de los derechos humanos. El texto actual del marco reconoce los derechos de los pueblos indígenas y el papel esencial que cumplen en la conservación, pero sigue habiendo dudas sobre cómo se aplicará esa parte del objetivo.
La presencia indígena tuvo representación en todos los ámbitos de la COP15 excepto en los órganos de toma de decisiones. La palabra indígena aparece 20 veces en el GBF. Sus conocimientos de la naturaleza y sus servicios, combinados con sus privaciones materiales y políticas hacen de ellos –a ojos de los bancos– presas fáciles y útiles para mejorar y proteger el capital natural que, según un antiguo vicepresidente de Amigos de la Tierra, se supone que proporciona beneficios por un valor estimado de entre 125 y 140 billones de dólares al año, lo que equivale a más de 1,5 veces el PIB mundial, según Le Devoir (Montreal).
S. P.: ¿Se ha producido algún resultado positivo en la cumbre? He leído que, por ejemplo, en el acuerdo final no se hace referencia a la interrupción de la explotación minera de los fondos marinos. ¿Prevalecieron los intereses de los combustibles fósiles y la minería?
M. B.: La minería de fondos marinos (al igual que el objetivo de reducción de plásticos) no se menciona en el GBF, aunque la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, un organismo de Naciones Unidas, ya ha concedido en todo el mundo unos 30 permisos de exploración minera de aguas profundas que abarcan varios cientos de miles de kilómetros cuadrados.
El riesgo global de los pesticidas –pero no los pesticidas directamente– debe reducirse a la mitad y no a las tres cuartas partes. Lo mismo con los residuos alimentarios. Pero sigue sin mencionarse la dieta cárnica a pesar de ser causa clave en la destrucción de los hábitats que, tras el cambio climático, explica principalmente la pérdida de biodiversidad.
Con todo, la cuestión del 30×30 sigue siendo central pero está lejos de haber satisfecho a todo el mundo. Según The Guardian, teniendo en cuenta que el IPCC señaló que para salvaguardar la biodiversidad se requiere entre el 30% y el 50% de la tierra y el mar del planeta, algunos ecologistas piensan que los países deberían aspirar a la cifra tope del 50%, que equivaldría a la máxima aspiración del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global al 1,5⁰C, frente al 30% que supone el 2⁰C.
Para otros ecologistas el objetivo debería ser proteger la naturaleza en todas partes: Necesitamos el 100%, ya hemos perdido demasiada naturaleza.
Pero no serán los codiciosos Estados neoliberales quienes respalden la gestión de áreas protegidas por parte de los pueblos indígenas, salvo un pago inicial. Según la consultora McKinsey & Co, ya está previsto que el mercado de compensación de emisiones de carbono crezca hasta sobrepasar los 50 mil millones de dólares en 2030, según cita The Toronto Star.
Recientemente el Banco Mundial prestó a Brasil 500 millones de dólares para cumplir sus objetivos climáticos lo que ha reforzado la capacidad del sector privado para acceder a los mercados de créditos de carbono, según señala Carbon Brief (Reuters). Podemos estar seguros de que esta protección tolerará excepciones al menos para la minería a cielo abierto y la energía hidroeléctrica para beneficio de la nueva economía totalmente eléctrica del capitalismo verde.
Por supuesto, no podemos olvidar la resistencia y la lucha de los pueblos indígenas, pero sólo podrán vencer si los pueblos blancos superan su racismo para aliarse con ellos en las calles y apoyarlos en las urnas. Las pequeñas manifestaciones de la COP15 no auguran nada bueno. ¿Esperamos a estar contra las cuerdas para movilizarnos?
Texto original: Green Left
Traducción para viento sur: Loles Oliván Hijós
Fuente: https://vientosur.info/la-perdida-de-biodiversidad-la-sexta-gran-extincion-y-la-necesidad-de-actuar/