Las Islas Galápagos, ícono mundial de la biodiversidad y Patrimonio Natural de la Humanidad, enfrentan una amenaza interna: el turismo masivo, desregulado y alentado por políticas que anteponen el lucro a la conservación.
Un modelo turístico fuera de control
Según datos del Ministerio de Turismo del Ecuador, en 2024 llegaron a Galápagos más de 250.000 visitantes, una cifra que iguala los niveles prepandemia y contradice las recomendaciones de organismos conservacionistas. La Fundación Charles Darwin ha advertido en múltiples informes que este flujo turístico supera la capacidad de carga ecológica de las islas.
En un extenso reportaje de Plan V (2025), se documenta cómo el auge del llamado “turismo con base local” —más económico pero con mayor impacto urbano— ha derivado en la expansión acelerada de hoteles, restaurantes y servicios turísticos, especialmente en zonas urbanas como Puerto Ayora y San Cristóbal. A diferencia del modelo de cruceros, este tipo de turismo multiplica la presión sobre el agua potable, la recolección de basura, el alcantarillado y la electricidad.
Un paraíso vendido por partes
El informe de Plan V revela además una preocupante connivencia entre autoridades locales, concejales, empresarios turísticos y funcionarios del Consejo de Gobierno de Galápagos. La entrega de licencias sin estudios técnicos, la urbanización en zonas ecológicamente sensibles y el tráfico de tierras han proliferado bajo la justificación del “desarrollo local”.
La Contraloría General del Estado ha emitido informes con observaciones críticas sobre la falta de planificación territorial y los permisos otorgados sin sustento legal, especialmente en Santa Cruz y San Cristóbal. Sin embargo, estos hallazgos no han derivado en sanciones ni reformas estructurales.
La ciencia, acallada
Investigadores de la Fundación Charles Darwin y funcionarios del Parque Nacional Galápagos han sido marginados o removidos tras denunciar la degradación ambiental. Según reporta Mongabay Latam, la influencia del Ministerio del Ambiente ha sido progresivamente socavada, mientras el Ministerio de Turismo impone una agenda que prioriza el crecimiento de visitantes sobre la conservación.
El resultado: especies invasoras en aumento, arrecifes de coral deteriorados, tortugas marinas afectadas por el tránsito de embarcaciones, y una red urbana que consume recursos a ritmos incompatibles con la sostenibilidad.
¿Turismo o extractivismo turístico?
Lo que sucede en Galápagos no es simplemente un exceso de visitantes, sino una forma de extractivismo disfrazado de turismo. A cambio de divisas inmediatas, se hipotecan procesos ecológicos irreversibles. La palabra “sostenible” se repite en discursos y folletos oficiales, pero en la práctica, la planificación y los límites son inexistentes.
Expertos como Inti Arandia, investigadora del impacto humano en ecosistemas insulares, insisten en la necesidad de implementar un cupo anual estricto de turistas, una moratoria de nuevas construcciones, y una auditoría independiente del modelo económico de las islas.
Salvar Galápagos exige decisiones incómodas
El futuro de este archipiélago —que inspiró a Darwin y maravilla al mundo— depende hoy de decisiones valientes y políticamente costosas. Revertir el daño exige enfrentar intereses económicos consolidados y repensar el modelo de desarrollo.
Porque Galápagos no es un parque temático. Es uno de los últimos laboratorios vivos de la evolución. Y permitir que sea destruido por turismo desregulado y codicia institucional es, sin exagerar, un crimen contra la humanidad.
📚 Fuentes consultadas:
- Plan V (2024). “Galápagos: un santuario natural profanado”. Enlace al reportaje
- Ministerio de Turismo del Ecuador. Estadísticas 2022–2024.
- Fundación Charles Darwin. Informes científicos sobre capacidad de carga y especies invasoras.
- Contraloría General del Estado. Auditorías territoriales de Santa Cruz y San Cristóbal.
- Mongabay Latam. Reportajes sobre corrupción, turismo y amenazas ecológicas en Galápagos (2023–2024).